jueves, noviembre 24, 2005

Del Cariño Malo a San Carlos de Apoquindo


PJ_03_00
Originally uploaded by charlancastor.
Mi incursión en los conciertos masivos y de estrellas de la música internacional es más bien escasa, pobre diría yo, entre que me quejo de los valores altos de las entradas y la abulia que ya es natural en mi, y se me pasan espectáculos a los cuales a ojos cerrados iría en condiciones diferentes, referidas principalmente al dinero, tiempo y espacio.
Pero resulta que para este concierto no tenia excusa, con un amigo habíamos echo un pacto hace 10 años en el mítico “Cariño Malo” de Concepción, pacto sellado entre música y jolgorio en el especial carrete que se vivía en ese memorable antro.
Entonces me encontré tan emocionado dentro de un automóvil hacia el estadio donde contemplaría al excelente grupo Pearl Jam, que se me escapo sugerirle a mi compadre que se escondiera los pitos en un lugar poco alcanzable, y resultó que los os7 de mi patria se los encontraron en breve. Lo bueno fue que terminaron por dejarlo pasar igual a ver el concierto, nos salvamos... él de una detención “sin concierto” y nosotros de no disfrutar la música en plenitud. Pero que weones! bueno, no tuvo más trascendencia. Cabe mencionar que a mí me quitaron tres de las cinco bolsas "ziploc" con copete que llevaba.
Más o menos drogas licitas e ilicitas, el concierto estuvo excelente, emocionante, comunicativo, casi mistico. Habíamos esperado 10 años o más, no podía ser de otra forma y no lo fue.
El sonido estaba casi perfecto, para mi gusto el volumen podría haber estado un poco más alto, pero es sólo por decir algo, uno siempre quiere más perfección para disfrutar de la música, ah! y otra cosa, donde estabamos había mucho viento y de repente pasaban unas ráfagas de viento con el volumen un poco mayor, lo que distorsionaba por un segundo el total, nada notable.
Decía del misticismo del recital, por que había una bienvenida garúa, una de esas lluvias muy finas, que mojan mucho y que pasan con el viento formando una capa granulada que hermosea la imagen, nos mojamos intensamente, pero en ese momento se agradecía, contra lo que cualquiera pudiera pensar.
A lo anterior se le sumaba la excelente disposición del vocalista de la banda que intentó comunicarse en todo momento con nosotros, alegre y dispuesto a entregar lo mejor de su arte, entregado y sencillo, tratando de conversar en castellano y empinándose las ya características botellas de vino durante todo el recital, eso llevó a una intimidad real en varios momentos. Estuve al borde de la emoción cuando interpretaban canciones que para mi eran emblemáticas y personales.
Extraordinario.
Sucedió algo que es una interrogante para mi, en el segundo bis tocaron dos canciones, a la mitad de la primera, las luces de las torres del estadio se encendieron, se escucho una rechifla y las consabidas chuchás, por lo inoportuno, a un hipotético encargado de las luces, que debería ser del estadio y no de la producción del concierto, …como se les ocurría encender las luces antes de que terminaran de tocar!, era como matar la tocata, que estaba en uno de sus puntos altos, terminó la canción y algunas personas ya se estaban encaminando a las salidas en la cancha, cuando comenzó a sonar "Yellow Led better", la ultima canción, y al final de ésta, Eddie Vedder empezó a saludar a la gente, moviéndose de un costado a otro del escenario, tratando de extender sus brazos hasta tocar al más alejado de los asistentes, en un genuino esfuerzo por establecer un nexo con nosotros, lo que finalmente sentimos que había logrado, entonces me quedo la duda de la luz, si era a pedido de la banda que se encendieran las luces para que Vedder pudiera ver al publico y diera rienda suelta a su impagable actitud, y en medio de esta emoción, la música no decaía, con un impresionante solo del guitarrista Mike McCread, una ejecución emocionante, magnifica e interminable, que concentraba todo el espíritu esa música que nos despertó y revolucionó muchas ocasiones. Pura emoción.
Llegamos a comentar el recital en un bar luchando con un pernil en pan frances y unas cervezas. Todo había concluido, y había valido la pena, como bien dijo otro de nuestros acompañantes.

lunes, noviembre 07, 2005

Puro Filete



No se quien es el escritor Roberto Merino, no se de donde salió, soy un ignorante. Pero no necesito saberlo, todavía. De él sólo conozco la crónica que escribe en "las ultimas noticias", estas crónicas me parecen lo más notable y sublime que se puede leer semanalmente entre las web más populares. Me pregunto por que escribirá en ese lugar, entremedio de tanta mierda una magnifica flor, bueno, él sabrá, ya que esto no le quita ningún mérito.
Los textos de Roberto Merino me parecen hermosamente profundos, fuertes, aguerridos, pero a la vez delicados, ellos versan sobre temas del más completo interés, tocando aristas que te sorprenden, donde siempre estas confirmándote a ti mismo, que te encuentras muy de acuerdo con lo que lees.
Los textos que he leído derivan en una reflexión interior emocional de alto vuelo, que roza con la poesía, que se entrega con una honestidad desgarradora y con la verdad tirada sobre la mesa del darse cuenta. El texto siguiente es un ejemplo de lo que hablo. De lo mejor. Como diría un amigo, puro filete.



Es decir, lo que se ha ido es la forma en que el niño de la foto miraba todo cuanto estuviera más allá de su casa.
No me cabe duda de que los niños de hoy repiten esa experiencia de extrañeza de un modo similar, tal como lo hicieron los niños de los años setenta, de los ochenta y de los noventa. De hecho los veo en el asiento posterior de los autos, llevados de un lugar a otro, con la cara pegada al vidrio de la ventana escrutando las calles que les deben resultar tan desconocidas como infinitas. Lo que para nosotros son nada más que esquinas, direcciones y, en general, apurada concretitud, para ellos constituye un primer esquema de un mundo en el que se perciben como pequeñas islas. No es raro, en este sentido, que en tales instantes no se muestren chacoteros ni entusiastas y que parezcan sumergidos en pensamientos que en nuestra urgencia no alcanzamos a descifrar.



extracto de "El Niño de la Foto" de Roberto Merino.