martes, diciembre 20, 2005

La junta 3 de diciembre 2005. Parte II


La junta 3 de diciembre 2005. (Parte II)


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...como siempre Mamicho tomo la batuta… y entre copetes y más copetes nos fuimos perjudicando el asadito, que por lo que me acuerdo, (digo por lo que me acuerdo por que desde este momento en adelante ya se me empiezan a venir las imágenes saltadas y puede que no todo corresponda a una realidad absoluta o que falten imágenes o realidades paralelas, pero intentaré seguir describiendo lo que pasaba) fue en cuatro partes, el asado fue en cuatro partes durante la noche, en la primera parte estabamos los siete brindando y comiendo, surgió la música y entre conversaciones profundamente emocionadas, cada uno bailaba por ahí los temas del recuerdo… y el asado bien, con ensalada a la chilena, con cebolla asi no más, sin amortiguar, vinito, etc… bueno había de todo y copete pa bañar mulas… (cada uno saco el suyo del supermercado, pisco, martini bianco con aceituna verde pal dueño de casa, ron dorado y el mentado Vodka del Olave, que fue su perdición esa noche, y además un wisky que saco el Juan)
La cosa es que a las 1.30 am después de muchas rondas, habían muerto 3 guerreros, el Juano, Pato y Olave, no me referiré a detalles para proteger a los inocentes… así que el Ivan, Miguel, Mauricio y yo decidimos que deberíamos hacer mas asado, para deleitarnos con los placeres de la carne, de la carne asada digo… nos tomamos las fotos de rigor para tener pruebas de quien quedaba despierto a esa hora, y comenzamos la tarea, hicimos la carne lentito y quedo la raja… lo comimos parados al lado de la parrilla… cada uno sacaba carne como le gustaba, el resultado fue que después del asado y los consabidos tragos se murieron el Mauricio y el Negro, tipo 3.30 diría yo, a acostarse!.
Lo que siguió fue una buena, profunda, aletargada y larga conversación con Miguel Miranda, acompañada de los copetes servidos al calor de la noche y del estado etílico, después de no se cuanto tiempo y de maldecir a los demás comensales por venir a dormir a Villa Alegre, nos preguntamos con Miguel que hacíamos, la respuesta fue la única que podía ser… hacer más asado y despertar a los demás… esta sería la tercera pata del asado. Nos dispusimos a hacer fuego nuevamente, ya que a esa hora ya el fuego se había consumido totalmente, y no fue fácil, al estar raja con Miguel, el fuego tardó, pero llegó. Cuando estuvo listo tiramos la carne y despertamos a la tropa de occisos que anidaban en las camas y sillones dentro de la casa… por fin estuvieron todos de nuevo en una fiesta distorsionada donde las imágenes se me vienen a la cabeza cual flashazos en medio de la noche… además algunos vituperios exóticos más, como un puro cubano, unos cuantos puritos y exactamente dos cuetecitos, mas carne y mas copete y los siete magníficos interactuando indistintamente, en conversaciones cruzadas y recruzadas, que sólo se entendían en ese momento, por que la distorsión era completa, en otras palabras estaba la cagá, pero una cagá controlada y fraternal. En ese preciso momento, que deberían ser como las 6 de la mañana, sentí por primera vez que se me apagaba la tele… que cerrábamos las transmisiones, y decidí ir a recostarme unos minutos entre epítetos e insultos iracundos de Miguel Miranda que se erigía como el ultimo inmortal sin caer…
Mas tarde cuando Juan Sepulveda me despertó tironeandome y exigiéndome que me levantara a las 10 de la mañana (debe haber sido una venganza por la haberlo yo despertado a él unas horas antes), supe que el Negro, y Miguel sin dormir nada y jactándose de su triunfo, se habían ido.
Me encontré en la mañana con las víctimas de la noche anterior, Pato, Mamicho, Olave y Juano en plena conversación mañanera empinándose las cervecitas heladidas que quedaban… como para componer la caña… el conductor Olave en todo caso, con la tribu a cuestas, no tomó, para poder manejar sin problemas en el regreso de este memorable y emocionante encuentro…
Comentamos la noche, y no había otra conclusión… ESPECTACULAR!
A medio día tomamos las fotos de la despedida, hicimos como que jugábamos fútbol con la pelota del hijo de Juan, nos abrazamos prometiendo repetir la junta, y emprendimos el viaje dejando al Juano en esa hermosa y gran casa. No deje de sentir una leve angustia al despedirme y saber que él quedaba en absoluta soledad, aunque fuera solo por unas horas.
Viajamos por la Carretera de vuelta a Linares casi en silencio, con el cielo llenándose de negras nubes, como si supiera de la emoción que nos envolvía. Cristian dejó a Mauricio en el bus de vuelta a Talca, y a Pato y a mi, a pasos de las casas de nuestros viejos, esa fue la despedida de mis compañeros. En ese momento ya caía una fuerte lluvia.
Almorcé con mis viejos, saboreando y disfrutando cada minuto, contándoles todo lo sucedido, como un niño que quiere que sus padres sean parte de su alegría, ellos escucharon atentos, interesados y con los ojos vidriosos. Luego me encaminaron al bus, ya que debía estar esa misma tarde de domingo en Santiago.
Con la lluvia arreciando, y con el cielo negro me subí al bus, pense en los muchos años que habíamos tardado en encontrarnos nuevamente, pense en nuestros hijos y en nuestros padres, pense en lo bien que había resultado todo, pense en la emoción verdadera que de cada uno brotaba sinceramente, y agradecí a mis compañeros de infancia, agradecí en especial a Juan que nos recibió en su casa y a cada uno por entregarme esa sencilla reunión que para mi fue alimento para seguir adelante…
Cuatro horas más tarde cruzaba la puerta de mi departamento, donde mi familia me esperaba amorosa, brillante y sin novedad.

"Nunca tuve amigos como los de los 11 años, ¿alguien los tiene?"
Cuenta Conmigo - Stand By Me
Rob Reiner.