martes, septiembre 13, 2016

Qué saben de cordillera






Por Iván Ortega



Trajeron treinta mil firmas, treinta mil voluntades para entregárselas al gobierno como señal de que no permitirán que les destruyan su paraíso. Viajaron desde Linares, un centenar de personas trayendo consigo la determinación de un pueblo y el eco de una consigna: Achibueno sin centrales.
Ahí están, parados frente a la casa del poder ejecutivo, a los pies de la bandera gigante, a contraluz, golpeando la puerta de la Presidenta para exigirle algo tan simple y tan complejo como cumplir su palabra.
Pero no vinieron solos, tal vez ni lo sabían, pero con ellos venía el sonido del agua entre las piedras al despertar, el olor a remolacha del viento norte y el sabor del boldo en el mate caliente. Vino también la ceniza del rescoldo y la churrasca del arriero, la neblina del invierno y el humo de la leña, el agüita con harina tostada, la lujuria albirroja y Los Choros del Canasto, la cerveza helada del domingo en el estadio o el clásico Alianza vs Yungay. Los acompañó también la vuelta a la plaza en las noches de verano y la alameda tapada con hojas en otoño, la cimarra en las barrancas, el Código Urbano, los perros de mármol, la maldición del cura Somoza, el arrollado al plato en Las Camelias, el pipeño en las ramadas de San Antonio y el ají cacho de cabra de Palmillas. Los cogollitos de Abril, el Politécnico y María Auxiliadora. Un olor a asado de chivo, el tomate más rojo y la sandía más dulce, el puma y el loro tricahue, los tatuajes del Cata, las veranadas, los piqueros desde la pasarela y la parada a comprar en la escuela 35, el baile ebrio de la Camelia y el canto ininteligible del Macondo, el árbol solitario del cerro Quiñe y el ladrillo más largo de la catedral. También vinieron las castañas cocidas pregonadas de noche, las tardes después de clases en el Paseo de Jaen, las maravillas, los digüeñes, el motemei calientito y la leche en carretela, el agua de la mona, la radio Ambrosio, la camiseta albirroja, el peumo de la gloria, los bueyes del carbonero, la magia de entrar por León Bustos y la nostalgia de salir por la misma avenida.
Todos esos elementos que nos van moldeando y que se transforman en el sustento de lo que somos, en nuestra esencia, en nuestra identidad que nos distingue y que nos infunde el ánimo de resistir, esa fuerza colectiva común que nos puso de pie bajo el emblema que nos protegió del sol pero que no nos quiere proteger de la codicia. Vinieron como un ejército invisible todos esos detalles que a diario pasamos por alto, como parte del paisaje, estuvieron por un par de horas aquí para decir que no nos interesan las centrales, que no las queremos pese a lo difícil que resulta enfrentarlas, que nosotros somos de Linares y ellos, empresarios y gobernantes, qué saben de cordillera?